28/03/2025
Crónica de Nuria Ruiz Fdez.
Tomares ya ha grabado su nombre en la historia de la literatura andaluza. Su XVI Feria del Libro no solo ha cumplido, ha desbordado todas las expectativas: más de 160 escritores, 6.300 metros cuadrados dedicados al mundo de las letras y miles de lectores entregados. Y yo estuve allí, el 20 de marzo, respirando ese aire que solo una feria de libros puede regalar, envuelta en la voz de las mujeres que cuentan.

Fue una jornada marcada por la presencia de 34 escritoras que tomaron el Centro Cultural de Tomares, llenándolo de palabras, historias y complicidades. Desde temprano, el murmullo de lectores, editores y curiosos me acompañó entre casetas y auditorios. Parecía que los libros habían tomado vida.
Luis Landero fue uno de los protagonistas de la tarde. “No me gusta hablar de mis libros”, confesó con esa honestidad que desarma, nada más empezar. Entre recuerdos de una infancia sin libros y la cultura oral de su familia campesina, compartió su viaje hasta la poesía y la literatura, ese refugio donde —como él mismo dijo— encontró la salvación. Entre anécdotas de Lorca, guitarras flamencas y la pérdida de la bondad colectiva, su intervención fue un espejo de humanidad y de una mirada crítica al mundo que habitamos.

Poco después, Megan Maxwell y su hija Sandra llenaron de ternura la sala. Madre e hija, ambas escritoras, compartieron su universo literario, sus diferencias y coincidencias creativas, y ese vínculo que las une no solo por la sangre, sino por las letras. Megan, es amante de Escocia y autora de guerreras románticas, y su hija, Sandra, confesó que si «no fuera por mi madre, probablemente no sería escritora«. Me gustó verlas hablar con tanta naturalidad de bloqueos creativos, de novelas por venir y de la felicidad de poder vivir de lo que aman.


Lorenzo Silva trajo consigo a su querida pareja de guardias civiles, protagonistas de su saga que cumple ya treinta años. En su charla, Silva nos dejó reflexiones que calaron hondo: «¿salimos mejores del confinamiento?» Su respuesta fue tan realista como desalentadora. Pero también nos regaló homenajes: a Cervantes, al Quijote, y sobre todo, a los mayores que nos dejaron durante la pandemia, sin el reconocimiento que merecían. Una de esas intervenciones que, sin necesidad de grandilocuencias, remueven.


Elvira Sastre, con su mezcla de poesía y narrativa, nos dejó entrar en su proceso íntimo, ese que la lleva de la exaltación creativa al bajón inevitable. Habló de belleza, de dobles sentidos y de la fuerza que le ha dado siempre tener a alguien que crea en ella. Anunció, casi en voz baja pero con brillo en los ojos, que pronto verá la luz Manos de pan, su nueva editorial independiente, hecha a mano, amasada con palabras.

Nieves Herrero nos llevó de la mano al Madrid de los años 50, a aquellas mujeres periodistas que, pese a tener todo en contra, contaron lo que otros no se atrevieron. En su novela negra ha querido rendirles homenaje y, entre confidencias, nos contó que hasta Tomares tiene su guiño dentro de sus páginas.

La jornada la cerró Elena, de Penguin Random House, quien aprovechó para anticipar el cumpleaños de Nieves, entre risas y flores, recordándonos que detrás de cada editorial también hay historias personales.

Al salir de aquella maratón de emociones y palabras, la lluvia, que había caído sin parar desde la mañana, inundaba las calles de Tomares. A pesar de la tormenta, la plaza se llenó de vida. Gente con paraguas, refugiándose entre casetas y disfrutando del ambiente literario. La lluvia no detuvo la magia de la Feria del Libro, que siguió vibrante como nunca.

