Con 14 años recibió un regalo. Una cámara fotográfica Kodak de plástico. Y claro, fotografiaba todo. Los amigos, los cumpleaños, los días de playa, los churretes de los niños. Y recibía los halagos de su gente, tanto que empezaron a encargarle fotos: cumpleaños, bodas, bautizos. Y claro, Inma se adentra en un oficio que empieza a convertirse en pasión. Una pasión que aún no alcanzaba el deleite que le producía otro arte que era la banda sonora de su infancia. En su casa sólo se escuchaba flamenco y como buena gaditana, Juan Villar era su referente.

De hecho, su pasión frustrada fue la guitarra. Pero supo reconvertirse y poco a poco decidió que lo mejor era dedicarse a la fotografía de los artistas flamencos. Y pasaron los años y se encontró con su primera exposición: »Sentimiento a flor de piel».

Sólo fotografía artistas flamencos gaditanos. Y ellos la arropan ya que la conocen y saben de su querer por su arte. Guadiana, Tomás Rubichi, Diego del Morao, Juan Villar y David Palomar son algunos de los artistas fotografiados en una exposición que ya ha estado en Sevilla, en La Cartuja, y que todavía tiene más recorrido en otros lugares.

Asegura que lo difícil es captar el momento para que la fotografía trasmita lo que trasmite el cantaor en ese momento del cante. No es solo estética. Y es el mayor piropo que le regalan sus compañeros en sus críticas. Aunque lo que más le pesa es la selección de las fotografías, ya que de una tirada de 1.000 debe reducir a una 50.

Aún le quedan algunos sueños por realizar. El máximo sería que una obra suya fuera portada de un disco de Juan Villar o David Palomar. Y para eso parece que le queda muy poco a una persona que en un mundo con unos círculos tan impermeables de acceso como los del flamenco, tiene carta blanca.

Las peticiones de sus fotos por Facebook provienen de todo el mundo. Y ella no tiene reparos en cederlas, venderlas o regalarlas, según el caso. Y todo empezó con una Kodak de plástico.

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