Artículo: Se respiran aires nuevos.

Por Nurya Ruiz Fdez.

Se respiran aires nuevos.

Los españoles hemos decidido hace unas semanas, con nuestros votos en las urnas, que esta piel de toro, antaño de color añil por la que rondaban gaviotas blancas, se tiña de rojo casi por completo. Rojo de claveles recién cortados, rojo de rosas a punto de estallar, rojo de sangre palpitando, rojo de uñas en puños cerrados.

Rojo de pasión, de excitación, de erotismo en ebullición.

Un par de semanas nos quedan de nuevo para introducir ese sobre en la urna, como quien busca vientre de alquiler para preñar las entrañas. Con ese gesto, cada rincón de España, volverá a cambiar de color o seguirá con el mismo, y todo dependerá de ese último gesto.

Hay quienes lo tienen claro desde años, hay quienes van cambiando de ideas según sople el viento, y a quienes deciden en el último momento, dejándose llevar por el destino, la intuición o cualquier señal del cielo.

Dicen por ahí que los colores son la sonrisa de la naturaleza. Y puede ser cierto, por eso cada partido ha elegido su color para expresar sus ideas y para intentar a través de la vista, modificar las ideas de los otros.

Se respiran aires nuevos.

El príncipe azul, va ofreciendo confianza y tranquilidad como púber recién llegado a un cuento de hadas. Pero los príncipes azules son personajes fantásticos que solo nos distraen en las películas y las princesas de hoy en día, llevan el cabello rasurado, viven de okupa y ya no quieren que las salven de su pasado. Difícil lo tiene el principito. Quizás termine desheredado. Eso lo sabremos en unas semanas.Antes del principito, ya las princesas soñaban con el galán de rojo. Apuesto, afeitada la barba depiel varonil, manos grandes y cuerpo atlético.

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El nuevo príncipe colorao, que se rompió las uñas y la cara arañando la tierra que lo vio caer como ángel maldito, ahora se pavonea esbelto sobre los escenarios, sonríe a la cámara como diciendo: “Soy el mejor, y los sabes” y no intenta liberar a ninguna princesa de su torre encarcelada. Al contrario, se remanga los puños de la camisa y la acompaña en su torre de okupa, se hace selfies con ellas y le tiende sus manos grandes para darle calor. No lo tiene difícil el príncipe rojo, solo con mirar hacia el centro, sin que se le note su leve cojera a la extrema izquierda, lo tiene resuelto ¡Todo no puede ser perfecto!

Me falta en este artículo hablar del príncipe naranja, lleno de sabor y aroma que todos paladean, pero su claridad no es tan hiriente como la del añil y su temperatura no es tan sofocante como la del rojo, por lo que nadie termina de fiarse.

No sé si se respiran aires nuevos, o son los mismos, con una mano nueva de color. 

Tampoco me he explayado con el príncipe morado, que no “morao”, que en Andalucía tiene otro significado. Como no me queda tiempo, lo voy a dejar en su palafito de lujo, que se recupere del último batacazo que se dio, no por ir “morao” si no por ser morado, y cuando se recupere lo mismo empieza a cortarse la coleta.

Y para finalizar, un adiós con emoción al príncipe ¿blanco? ¿rosado? No, no. Al príncipe verde, ese que ha llegado montado en el caballo blanco de Santiago, se ha bajado con la mano en su espada de fuego y ha gritado ¡Viva España! y los demás le han coreado ¡Y olé! a la vez que le hacían una peineta con la mano derecha. Así que el  príncipe, verdecillo se quedó,  por ser novato y un poquito peleón.

No sé si se respiran aires nuevos, o son los mismos, con una mano nueva de color. El próximo 26 de mayo lo podremos comprobar.

 

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