Por Nurya Ruiz Fdez.
La feria, un carrusel de colores entre enaguas de lunares y cancanes de seda, mantillas desdentadas de flecos sudorosos y olor a espuma mezclada con tortilla de patata.
La feria, griterío de niños con algodones pegados a los dedos, helado de chocolate en la comisura de los labios y coches que chocan a ritmo de reggaeton flamenco.
La feria, la muñeca chochona, el perrito piloto, el tiro al blanco y los pinchitos morunos. El catavino, el rebujito y la manzanilla a palo seco. Los decibelios pegados a los oídos, casetas de puertas abiertas, empujones en los servicios de mujeres y calor, mucha calor.
- ¡Que no, que yo este año solo iré un día!
- ¡Que este año será la última, de verdad!
- ¡Si a mi no me gusta la feria, vengo por los niños!
- ¡Y ahora que le estoy encontrando el puntito, me tengo que ir!
Todos los años las mismas frases y prometo no volver, pero la tentación me ciega en el último momento, soy una pecadora, lo sé, pero ¿y lo bien que se pasa pecando?
Que estoy todo el año trabajando, pasando frío y moqueando, que no hay donde ir porque los sitios siempre son los mismos. ¿Y va a llegar la feria de mi pueblo y me voy a quedar en casa? ¡Con la caló que hace!
¡Que no! Que aunque los municipales se ganen la paga extra a mi costa retirándome el coche mal aparcado, que aunque la Calígula arañe mis mejillas hasta dejarme quemaduras de tercer grado, y aunque no haya taxis de vuelta porque de tan cansada me he perdido el último dormitando sobre la barandilla del recinto, me iré de feria otro año ¡Vamos que nos vamos!
Y aunque el glamour lo haya perdido en alguna caseta, el rímel esparcido por la cara me haga parecer la novia de chuky, los dedos de los pies los lleve sellado con tiritas y el aliento sepa a rebujito, mezclado con cervezas calentorras, no me quedo sin salir de feria esta noche . Y a mi estómago, ya le daré yo un omeprazol cuando llegue a casa.
Que si no tengo flush, ya se lo pediré a cetelem y estaré un año pagando, pero esta que está aquí no se pierde unos buenos churros con chocolate al amanecer, sentada sobre una fría silla de aluminio con vistas a los edificios que rodean la feria, que a esa hora de la mañana hasta parecen románticos si además, con suerte, termino acompañada.
Eso sí, mañana, lo juro, no piso la feria.