Por Nurya Ruiz Fdez.
¿Por qué he elegido este libro? MOMO de Michael Ende.
Hay un olor que se me ha quedado impregnado en los surcos de mi memoria desde que tengo uso de razón, y ese olor tan especial para mí es el olor de las hojas de un libro.
Desde 1997, se conmemora el Día de la Biblioteca, con multitud de actos, especialmente dedicado a los más pequeños. La propuesta surgió de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada el 1992 durante el conflicto balcánico.
Tanto este día, como cuando se celebra el Día de la Lectura, o el Día del Libro, son fechas muy significativas en mi vida porque los libros me han acompañado desde siempre. No consigo recordar, la verdad, cuándo fue la primera vez que cogí un libro entre mis manos o cuál fue mi primer libro de lectura. Pero lo que sí recuerdo, que rondaría los 7 años de edad cuando me enganché, literalmente, a la lectura; por aquella época estuve enferma durante meses postrada en una cama, y aunque mi madre se esforzaba por agradarme la vida con la muñecas Nancy y sus vestiditos, a mí lo único que me hacía ilusión entre aquellas cuatro paredes que fueron testigo de mi enfermedad, las Joyas Literarias de Bruguera que mi abuela materna me regalaba todas las mañanas, durante todos aquellos días de mi enclaustramiento. Miguel Strogoff, La Isla del Tesoro, Viaje al centro de la Tierra, Tom Sawyer detective o Guillermo Tell y tantos otros, fueron mis compañeros de viajes en una época donde mi movilidad era nula.
A mi abuela, a los libros y al olor de sus páginas le debo lo que soy hoy en día. A partir de entonces muchos libros han sido testigo mudo, desde las estanterías de mi biblioteca, de mi propio crecimiento personal. Por eso a mis hijos y mis nietos siempre los
he llevado a las bibliotecas, a las ferias de libros y a las librerías como si los llevara a un parque temático de la cultura, y les gustó.
Porque como dice Mafalda, ¿No sería maravilloso el mundo si las bibliotecas fueran más importantes que los bancos? Porque crear una biblioteca es crear una vida.
Por eso he elegido un libro que leí cuando joven, y que en este confinamiento he querido releer con el valor de la experiencia adquirida por los años, y ha valido la pena recordar los valores que su protagonista nos desvela en sus páginas, sobre todo en estos momentos de tanta soledad.
“(…) Dentro de ti tu edad creciendo, dentro de mí mi edad andando (…)”. He querido empezar a comentar el libro con los primeros versos de la Oda al tiempo de Pablo Neruda. Al leer este poema hace unos días recordé un personaje que dejó una huella imborrable en mi vida, ella es la pequeña Momo de la novela Los Hombres de gris de Michael Ende. Este libro, el que he vuelto a releer con la madurez de los años y sus hojas amarillentas, aunque salió publicado cuando yo apenas alcanzaba los cinco años, caería en mis manos unos seis años más tarde.
La portada del libro me impresionó, era algo así como imágenes psicodélicas que en mi corta existencia no entendía, aún menos podía conocer al autor, por supuesto. Me recuerdo sentada en el almacén de la librería que mi madre regentaba en la Plazoleta San Isidro, con el uniforme del colegio de las monjas y descubriendo a Momo.
Pronto empecé a hacerme amiga de ella ¡fue mi amiga imaginaria! Incluso quería parecerme a ella: tener su pelo rizado a lo afro y por
supuesto quería rodearme de amigos como los suyos, amigos de los de verdad que junto a Momo querían salvar a la humanidad. ¡Es lo que tiene la infancia, que puedes imaginar tantas vidas!
Momo tiene una cualidad que la hace única y es que sabe escuchar a las personas y se toma todo el tiempo en tratar de comprender qué le pasa al otro. Es una novela tan actual que se debería introducir su lectura de forma obligatoria en los colegios. En sus páginas se describe el miedo a perder el tiempo, el no saber disfrutar de pequeños momentos, la manipulación mediática de unos hombres de gris que fumaban continuamente cigarrillos y como desde la perspectiva de una niña y sus fieles amigos como Casiopea o Beppo intentan demostrar al mundo que la vida es distinta a lo que esos hombres de gris les quieren hacer ver.
Momo es un libro que nos recuerda la importancia del ser y no solo de existir, la importancia del amor, de la escucha, de recordar quienes somos sin estar supeditados a nadie. Mientras más Momos existan igual podría conseguir una esperanza para esta decadente sociedad.
Los que crecimos con ella tenemos una forma distinta de saborear la vida, de disfrutar intensamente cada acto o cada gesto que realizamos, de amar la libertad por encima de todo, de valorar la amistad en su justa media y sobre todo, de ser menos manipulables. A Momo le debo, en parte, lo que soy hoy en día.
Termino con los sabios versos sobre el tiempo de Benedetti: “Preciso tiempo, necesito ese tiempo que otros dejan abandonado porque les sobra, o ya no saben qué hacer con él, para morir un poco y nacer enseguida…”