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Hace poco hemos asistido al entierro de 40 años de historia andalucista. Y los andaluces, en su mayoría, han asistido a este acto como cuando se asiste por compromiso al entierro del vecino del quinto, despojados de todo sentimentalismo.
Todos los medios le han dado cobertura máxima a esta disolución, queriendo dejar patente que sí, que el partido andalucista ya no existe, cuando en multitud de ocasiones esos mismos medios le habían negado un mínimo de cobertura.
Y los andaluces, liados como estamos con el tema de los refugiados, con los Tsipras griegos de turno y el independentismo catalán, hemos pasado por alto el exterminio de nuestra identidad sin inmutarnos.
Cierto es que como dice el refrán “entre todos lo mataron y él solito se murió”, y el partido como ideología política había tocado fondo, las disputas internas, el navegar entre dos aguas y los intereses particulares hicieron el resto.
Hace tiempo, cuando todavía el P. A tenía esperanzas, hablando con un concejal andalucista me dijo unas palabras, a la ligera dentro de una conversación rutinaria, que me dieron que pensar: El andaluz no siente la verde y blanca en las urnas pero culturalmente es el más nacionalista. Y es cierto, el arte y la cultura andaluza ha traspasado fronteras porque amamos y honramos nuestra cultura, porque amamos nuestra historia milenaria que nos ha convertido en un pueblo fuerte.
Un pueblo andaluz al que no le hace falta las fronteras porque los límites solo está en las mentes pequeñas de los que se sienten inferiores. Un pueblo, que no un país, que no necesita discriminar a nadie por su lengua porque sabe lo que es sentirse discriminado. Un pueblo, el andaluz, que sin buscar enfrentamientos acoge a manos llenas.
Un pueblo en definitiva que es sabio, porque su lucha no está en la política, su lucha está con la cultura, con el arte, con la música, porque el andaluz sabe que un pueblo sin cultura, es un pueblo manipulable.
Como decía Carlos Cano: “Una de las cosas que más me maravilla de la cultura andaluza que siendo propia no es una cultura que se encierra, sino que interpreta el universo”
¡Qué pena no tener muchos Carlos Cano entre nosotros! El andalucismo sería otra cosa.
Solo pido una cosa, que aquellos que fueron expulsados del partido, que se fueron porque sus bolsillos podían llenarlos mejor en otros lares, o que se cambiaron de chaqueta y abandonaron el barco antes de que se hundiera y ahora van de salvadores, no intenten fundar otro partido aprovechándose del pesar por este entierro, para volver a lucrarse de nuevos.
Porque los andaluces somos buenos, señores, pero no tontos.