Un té con aromas de flamenco rezumaba en el salón del anfitrión, Agustín del Valle Pantojo, que lo ofreció desinteresadamente para entrevistar a la bailaora algecireña Mónika Bellido.
Conocer a Mónika Bellido te hace cambiar el concepto, que a veces de forma negativa, tenemos del ser humano. Mujer de sonrisa enigmática, como de Mona Lisa; de mirada cercana y serena que ocultan luces y sombras que solo ella y los más íntimos conocen; reservada y de ademanes aparentemente inseguros que se transforman en fuerza arrolladora en lo alto de un escenario.
Filóloga, periodista, catedrática de flamenco, esposa, madre y como la diosa Atenea, imbatible en su lucha por la vida. Si hubiera nacido hombre sería un hombre del renacimiento, seguro. Pero nació mujer y ello conlleva una sensibilidad especial añadida que la ha llevado a recorrer medio mundo expresando, a través del flamenco, lo que su corazón siente como andaluza.
Una entrevista amable, sin tapujos pero sin ahondar en heridas ya cicatrizadas. Un balcón frente a las puertas del Estrecho, en Algeciras, y un té con aromas de «flamenko» ha sido el atrezo perfecto para conocer a esta algecireña que dedica sus días a dar clases de flamenco, desde hace diez años, en la escuela de teatro Sánchez Verdú, por la Universidad de Cádiz.
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