(…) En este viejo país ineficiente, donde se permite escribir poemas con faltas de ortografía, donde se editan libros de escritores que jamás han leído un poema en su vida, donde en los recitales hay más sillas vacías que en el senado en fin de semana y en las librerías solo encuentras un puñado de poemarios ubicados en la última esquina de las estanterías; aparece Concha con este poemario bajo el brazo, después de zambullirse durante años en la creación de dos grandes novelas en prosa “Juego de ajedrez” y “Al sur del sur” – desafiando a las leyes de la naturaleza literaria, nadando contra corriente y buceando sin recato en lo más íntimo de la naturaleza humana – para devolvernos en una acto de desprendimiento y generosidad en forma de libro lo que cada uno de nosotros alguna vez sentimos. Pero no un libro cualquiera.
En su interior los poemas están compuestos de misterios ingenuos, de esperanzas sin sonrojos, de mínimas metáforas sin artificios, de sentimientos sin frenos, de verdades verdaderas. Y el exterior es una máscara de simbolismos, el formato cuadriculado como la mente de muchos no lectores; las tapas duras como el corazón recompuesto de las heridas; el color rojo de la rosa como la esperanza por el nuevo renacer en el amor; y la pluma, la tinta que corre inevitable en la sangre de una escritora que se entrega sin límite y que salta al vacío, trovando versos como los besos que se roban a escondidas.
Está claro que Concha Collado nos ha demostrado una vez más que cuando uno cree en lo que hace no hay nadie que lo detenga.
Porque como afirmó el simbolista Stéphane Mallarmé, a finales del Siglo XIX «El mundo existe para acabar en un libro» Y este es nuestro libro, el de todos.